Buey solo nos acerca una propuesta fuera de lo común, una caverna, el fresco frío de un bosque, el público cerca, rodeando un alquimista que con clarinete, saxo soprano, kalimba, percusión, piano, clarón, flautas, armónica, duduk o arpa de boca, invita a un ritual de sonidos y palabras. Piedras, silbido, copas, papel, agua… se transforman en instrumentos y construyen diversos climas para que fluyan las composiciones de Moguilevsky. Como un arquitecto del sonido graba bases, se loopea y se vuelve a loopear para crea espacios sonoros donde el artista y el público se vuelven parte de lo mismo.
Deja toda su energía y emoción. Un concierto en el que se mezclan los sentidos, un viaje único e irrepetible.